jueves, noviembre 03, 2022

Leyenda... Piedra del Rey Moro

 LEYENDA: LA PEÑA DEL REY MORO 

«La Peña del Rey Moro, modelada por los caprichos de la naturaleza en figura de cabeza humana con turbante, dicen, es el espíritu petrificado de un Abul Walíd que, locamente enamorado, salía todas las noches de su tumba para contemplar los lugares donde reposaban los restos de su querida Sobeyha» 


FICHA TÉCNICA 

  • Nombre de la Leyenda: La Peña del Rey Moro. 

  • Siglo de la Leyenda: Siglo XVII. 

  • Lugar de la Leyenda: Piedra del Rey Moro. 

  • Ciudad: Toledo. 

  • Autor de la versión: Santiago Galiano. 


LEYENDA 

La leyenda dice: que Alfonso VI resultaría ser de lo más ingrato que imaginar se pueda, ya que haciendo caso omiso, de la muy generosa hospitalidad que lo ofreció Almamún, quién le colmó de honores y le hizo donación de varios castillos y de la estrecha amistad que le unió a Yahía, arrasaba los campos, y martirizaba con el hambre a sus amigos. Es decir, que según esta versión Alfonso VI olvidó atenciones y amistades para agarrarse al dicho de “los negocios son los negocios”. 

Al atacar sin piedad alguna, obligó a Yahía a acudir a los distintos reyes de Taifas y a los del norte africano en demanda de ayuda. De África vino Abul Walíd, con la intención de sopesar la magnitud del problema y regresar a su reino para armar el ejército más conveniente. ¿Cuánto tiempo necesitaría, un par de días, quizás tres? Pues no, un solo vistazo bastó para completar su estudio militar, pero como suele ocurrir entre los humanos, Abul se enamoró de Sobeyha, la hermana del rey, y su estancia en Toledo se alargó y se alargó. 

Hasta que no hubo declarado su amor a la también guapísima mora no se decidió a regresar a su tierra en busca del ejército que más convenía para la solución del problema, ya no marcharía como simple estratega, lo haría también como enamorado. 

Pasado el tiempo y conquistada Toledo por los cristianos, Sobeyha había muerto de tristeza y Yahía había partido para Valencia. Cuando el príncipe africano se acercaba a Toledo con su potente ejército, Aben, uno de esos forzudos esclavos que solían tener las princesas moras, salió al encuentro del apuesto guerrero africano a quién dejó bien enterado de la caída de Toleítula y de la desaparición de su amada, la que antes de morir le había encargado hacerle saber que moría por el dolor que le afligía la ausencia de su amado. 

¡Para que más! Abul Walíd ya no se movió jamás de allí, acampó sus ejércitos y día tras día, contemplaba la ciudad erguido sobre las peñas situadas por encima de la Ermita de Nuestra Señora del Valle. Hacía planes para la reconquista de Toledo… Informado Alfonso VI, a la sazón en campaña por otras tierras, encargó a su Alférez, o general, Don Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid), atacase a aquellos africanos y los persiguiese hasta echarlos al mar. 

Este gran personaje, listo como el solo, eligió una tranquila noche para caer con mil guerreros sobre el adormecido campamento moro y sembrar el desconcierto entre los mismos sarracenos, quienes en las tinieblas de la oscuridad se mataron unos a otros. Abul Walíd, muerto en aquella refriega, fue enterrado por los supervivientes en aquel mismo lugar cumpliendo así la última voluntad del difunto príncipe. La Peña del Rey Moro, modelada por los caprichos de la naturaleza en figura de cabeza humana con turbante, dicen, es el espíritu petrificado de un Abul Walíd que, locamente enamorado, salía todas las noches de su tumba para contemplar los lugares donde reposaban los restos de su querida Sobeyha. Y dicen también que, en un momento de insoportable dolor, rogó a su Dios le permitiera quedarse en aquel lugar para siempre. Su ruego fue escuchado, y ahí le tenemos. 



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